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AUTOESTIMA Y ASERTIVIDAD





Una persona que goza de una sana autoestima es aquella que se encuentra bien consigo misma, que acepta todo aquello que le pertenece, sea bueno o malo. Por tanto, no tiene miedo a atreverse a ser ella misma.

Muchas veces utilizamos determinadas formas de responder ante situaciones que repercuten negativamente sobre nuestra autoestima, y así, algunas personas se construyen una “armadura” para no tener que ser ellas mismas.


Comportamientos habituales que destruyen la autoestima y la autoconfianza.


La Agresividad.

La persona agresiva adopta una postura corporal crispada o de ataque, su tono de voz es excesivamente alto, y su política es imponer su criterio u opinión a los demás. Se trata de una persona inflexible, en el fondo insegura de sí misma, y que puede acabar provocando rechazo en la gente que le rodea.

Ante la crítica, se enfurece. Este tipo de personas no concibe que pueda cometer errores, les parece increíble que alguien pueda pensar que tienen algún defecto. Son perfeccionistas; si encajan tan mal las críticas es porque no aceptan ser imperfectos. Si se defienden con tanto ahínco es porque su autoestima depende, en el fondo, no de sí mismos/as sino de los demás. Se defienden atacando. Normalmente este ataque consiste en desprestigiar al/la contrario/a, demostrarle lo insensible, injusto/a, grosero/a o maleducado/a que ha sido. Utiliza todos los medios para salir vencedor/a, se sobreexcita, lanza acusaciones, y dramatiza la situación hasta tal punto que la relación se deteriora. A la larga, la satisfacción que obtiene con el enfrentamiento cara a cara acaba volviéndose contra la propia persona.


La Pasividad.

La persona pasiva, por el contrario, adopta una postura corporal sumisa, su tono de voz es bajo, se doblega ante las opiniones de los/as demás y nunca defiende una opinión, criterio o postura, aunque crea firmemente en ella. Al igual que en el caso anterior, también se trata de una persona insegura de sí misma, que corre el riesgo de acabar rodeada de personas que no la respetan y abusan de ella. En cambio, entre las personas que tienen buenas relaciones interpersonales, suele provocar rechazo.

Ante la crítica, se repliega sobre sí mismo/a. No parte de la teoría de que las críticas pueden ser correctas o incorrectas, simplemente las acepta. No se cuestiona si lo que le están diciendo es verdadero. Estas personas piensan: “Es verdad, tiene razón”. La tendencia a creerse todas las críticas tiene consecuencias desastrosas, sobre todo con los estados de ánimo, llegando incluso a deprimir a la persona. “No puedo seguir estudiando. No vale la pena. Soy un/a tonto/a incompetente. Me gustaría estar muerto/a”. “¡Qué desgraciada soy! Mi pelo es asqueroso. Nadie se enamorará de mí. Me quedaré sola. ¡Qué vergüenza!”. La acción de creerse ciegamente cualquier crítica puede acabar convirtiéndose en una realidad. La persona busca insaciablemente el error, el defecto, la mancha, hasta que la encuentra o acaba creyéndosela. Por ejemplo, la persona que se ha creído que es tonta posiblemente acaba comportándose como una persona tonta. La persona pasiva en el fondo piensa que si no es perfecta no vale nada. Su autoestima depende del juicio de los demás, de ahí que sea tan inestable y propensa a la depresión.


Consecuencias negativas de estos comportamientos.


Las conductas de pasividad y huida, provocan generalmente “enfermedades” personales vinculadas a sentimientos de miedo, angustia, ansiedad tales como dolores de cabeza, tensión, dolores de espalda y estados depresivos debidos a un sentimiento negativo hacia sí mismo/a: “No estoy a la altura”, “No soy capaz”, “No valgo nada”. Todo ello repercute de forma negativa en nuestra autoestima.


Las conductas de agresividad y ataque provocan, además de la cólera, un buen número de trastornos psicosomáticos.

En conclusión, estos comportamientos de no ser uno/a mismo/a cuestan caros:


o Deterioran las relaciones con los demás.

o Engendran numerosas insatisfacciones.

o Deterioran la autoestima y la autoconfianza


En definitiva, las dos “armaduras” son pesadas de llevar.


Cómo llegar a ser uno/a mismo/a: la Asertividad.


La persona asertiva es aquella que se atreve a ser ella misma. Se enfrenta a la vida y a los demás con una actitud de respeto fundamental hacia sí misma, la vida y los demás.

El respeto hacia sí misma significa que la persona asertiva se atreve a expresar sus verdaderos sentimientos, sus pensamientos, reflexiones, creatividades, que busca conocerse, comprenderse, evolucionar, para transformarse cada día más en la persona única en el mundo que es y única en toda la historia del Universo.

La persona asertiva establece con las demás personas relaciones positivas, orientadas hacia la armonía y la cooperación. En el plano social, se distingue por su capacidad de escucha activa, su voluntad de comprensión, su capacidad de actuar en sentido del desarrollo de los demás.

La persona asertiva se caracteriza también por su capacidad para asumir la responsabilidad de sus palabras y actos, sabe que su suerte y su desgracia son más resultado de sus actos que de la fatalidad.

En el plano personal, a la persona asertiva le gusta mirar por sí misma y ocupa gran parte de su tiempo en el conocimiento de ella misma, en el conocimiento de las realidades humanas, así como su desarrollo personal con el objetivo de transformarse lo más posible en el ser verdaderamente único que sabe que es.



«—¡Pero no hay a quién juzgar! —exclamó el principito. —Te juzgarás a ti mismo —le respondió el Rey—. Es lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio.» Antoine de Saint-Exupéry, El principito, 1943

 

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