EL AUTOCONTROL EN LA INFANCIA PREDICE EL ÉXITO EN LA VIDA ADULTA

En el año 1972, un equipo de investigación comienza un atractivo proyecto. Se trata de un estudio longitudinal con el objetivo de evaluar el desarrollo psicosocial de las personas. Pretendían dar respuesta a la pregunta ¿Por qué somos como somos? Y ¿Por qué nos pasa lo que nos pasa?. El proyecto se plantea evaluar no solo la salud mental, sino también la física/biológica, la historia de éxitos y fracasos, el historial médico, las relaciones interpersonales, etc. En definitiva, todas las áreas que componen la vida de una persona.
En cuanto a la muestra del estudio, podemos decir que se trata de una muestra representativa, y entre otros, ese ha sido uno de los motivos por los que los resultados han podido generalizarse al resto de la población. Se trata de todos los niños/as que nacieron entre 1972-73 en la ciudad de Dunedin (Nueva Zelanda), suman un total de 1037 niños/as, que actualmente son personas adultas y se trata de las personas más estudiadas a nivel mundial. Además, solo han perdido un 4% de la muestra, por lo que actualmente el estudio continúa en vigor.
Este estudio recibe el nombre de Proyecto Dunedin.
Hoy voy a centrarme en una variable que fue estudiada y es el Auto-control (AC).
Nuestras madres solían a paciencia, y nuestra abuela solía decir: “hijo/a quien siembra recoge”. Nos lo decían en momentos donde era inminente un fracaso o donde la recompensa iba a tardar en llegar. Ahora podemos concluir que esto era bueno para todos/as, a través del estudio de dos habilidades que pertenecen a la inteligencia ejecutiva: el auto-control y el aplazamiento de la recompensa. Se ha descubierto que esperar y saber controlar el beneficio del ahora, por uno mayor en el futuro, es una garantía de éxito.
“Someted vuestros apetitos, amigos míos, y habréis conquistado la naturaleza humana.” CHARLES DICKENS
Walter Mischel y su grupo de colaboradores/as realizaron un experimento que permitieron entender cómo los niños/as eran capaces de alinear sus intenciones y su comportamiento. Este experimento fue denominado como “demora de la gratificación” y es bastante simple:
Un experimentador se sentaba frente al niño y le daba a elegir entre una recompensa (golosina, galleta o cualquier otra cosa altamente tentadora para el niño/a) en ese preciso momento o esperar 15 minutos y recibir dos recompensas. El experimentador abandonaba el lugar dejando a los/as niños/as frente a la tentadora recompensa. La mayor parte de los/as niños/as deseaban y tenían la intención de la recompensa mayor (dos golosinas). Pero cuando el investigador los dejaba solos/as, solo algunos/as niños/as eran capaces de controlar su comportamiento para obtener la recompensa deseada. Otros, in influenciados por la permanente presencia tentadora y apetecible de la golosina se lanzaban a la satisfacción inmediata (comer la golosina) siendo incapaces de alinear su comportamiento con sus intenciones. Detrás, de la ventana los/as investigadores/as observaban como una verdadera lucha se desencadenaba, asi lo relata Mischel: “Ante las luchas que observábamos en aquellos niños tratando de contenerse, en ocasiones se nos saltaban las lágrimas, aplaudíamos su creatividad y hasta los ovacionábamos” (Mischel, 2014, p. 12). Los/as niños/as que eran capaces de demorar la satisfacción inmediata, aplicaban distintos tipos de estrategias que les permitían la espera: se distraían, cantaban canciones, se tapaban los ojos, pensaban en la golosina de una forma distinta, etc. Con el tiempo, y las distintas variaciones de este experimento se demostró, no sólo la capacidad predictiva de la habilidad de demorar la gratificación, sino aún más importante todavía, se demostró que estas estrategias que usaban los niños eran factibles de ser “enseñadas” (Mischel & Ayduk, 2004). Es decir: puede enseñársele al niño/a a esperar, a demorar, a lograr la recompensa mayor. Cuando el/la niño/a, frena su impulso de comer enseguida la golosina, se abre un espacio entre el estímulo (la golosina) y la respuesta final (comer la golosina). Barkley (1997) se refiere a este espacio como "punto de rendimiento". Según este autor, la clave es la inhibición de la respuesta, inhibir nos permite mantener esta ventana de oportunidad abierta el tiempo necesario para considerar nuestras opciones y elegir nuestro camino. En relación al experimento de Stanford: aquellos/as que eran capaces de inhibir su primera respuesta –comer la golosina- dejan abierta la ventana de oportunidad y están habilitados para acceder a otras funciones cognitivas más complejas: usan su memoria de trabajo para recordarse la recompensa a largo plazo, cambian su foco de atención para regular sus emociones y crean un plan que les permita transitar el periodo de espera. Para aquellos/as que actúan más impulsivamente, esa ventana de oportunidad se cierra.
Muchas personas con las que me encuentro habitualmente tienen poco desarrolladas estas habilidades, y en Psicoterapia Neva nos parece fundamental trabajarlas. Por ello, esta semana la voy a dedicar a crear entradas en el blog que nos den estrategias para enseñar autocontrol en los/as más pequeños/as. Pues de la adquisición de estas habilidades depende en gran parte su éxito futuro.
Además, me parece interesante mencionar que los resultados mostraron que los/as niños/as que más autocontrol mostraron en la infancia, fueron también los/as que mejor se devolvían al entrar en la treintena. Eran los/as que mejor salud, más éxitos económicos y menos problemas legales tenían.
Del mismo modo, aquellos/as que mostraron índices bajos en autocontrol, y por tanto una peor gestión de sus impulsos en la infancia, peor salud tenían, y mayor probabilidad de haber sido declarados culpables de algún delilto.
Sorprendente ¿verdad? No deja de llamarme la atención que el análisis estadístico muestre una realidad, como es la de evidenciar que el nivel de autocontrol de un/a niño/a puede ser un predictor tan poderoso de su éxito financiero adulto, su salud y de su historial delictivo como pueden serlo la clase social, la riqueza de la familia o el CI.
“La voluntad emerge como una fuerza independiente y determinante del éxito de la vida. Por más económicamente privilegiada que sea su infancia, si el niño no llega a dominar la demora de la gratificación en la búsqueda de sus objetivos, esa ventaja de partida acaba desvaneciéndose, en el curso de la vida. La facilidad para seguir los dictados de la propia conciencia parece ser considerada a largo plazo, un acicate tan importante como las escuelas elegantes, los profesores particulares y los costosos campamentos educativos. Así pues, no deberíamos subestimar la importancia de la práctica de la guitarra, o cumplir con la promesa de alimentar un hámster o limpiar su jaula”.
DANIEL GOLEMAN